Abstract:
Costa Rica está dentro de los 20 países con mayor biodiversidad a nivel mundial. Tiene una
extensión de 51,100 km2 de superficie terrestre y 589,000 km2
de mar territorial, dentro de la cual
alberga el 4% de las especies a nivel mundial. Toda esta biodiversidad es administrada por el
Ministerio de Ambiente y Energía, a través del Sistema Nacional de Áreas de Conservación y la
Comisión Nacional de Gestión de la Biodiversidad. (Inbio, 2016).
El Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) es un sistema de gestión institucional
descentralizado y participativo con competencia en materia forestal, vida silvestre y áreas silvestres
protegidas. El SINAC cuenta con 11 áreas de conservación en todo el país. (Sinac, 2016), entre ellas
el Área de Conservación Guanacaste (ACG), la cual tiene una superficie total de 163,000 hectáreas
y alberga el 2.6% de la biodiversidad mundial (ACG, 2016).
La gran diversidad del país implica una gran responsabilidad para su cuidado y preservación a largo
plazo, sin embargo, al igual que otros países megadiversos, la destrucción del hábitat por actividades
antropogénicas y el tráfico ilegal de especies silvestres están afectando gravemente a las
poblaciones de fauna y flora.
La demanda nacional e internacional de mascotas silvestres es una de las principales causas del
tráfico ilegal de especies. A escala mundial, se comercializan al año unos 30,000 primates, 2.5
millones de aves, de 2 a 5 millones de reptiles y de 500 a 600 millones de peces ornamentales.
(Drews, 2003) Los psitácidos son el grupo de aves más afectado por el mercado de mascota en
países neotropicales (Drews, 1999). Esta demanda ha causado que 9 de las 16 especies de
guacamayas neotropicales estén actualmente amenazadas (Drews, 2003). En Costa Rica el 25% de
su población tiene alguna mascota silvestre, de las cuales en su mayoría son psitácidos (Abarca,
2005).
Los ejemplares de fauna silvestre son extraídos de su hábitat natural para abastecer el mercado,
afectado a las poblaciones silvestres, así mismo, otro punto a considerar es el bienestar animal, ya
que la mayoría de las veces son mantenidos en jaulas que no cubren sus requerimientos de espacio,
con una mala nutrición y sin servicio veterinario especializado.
El comercio ilegal de especies silvestres ha crecido y traspasado fronteras gracias al avance
tecnológico como el internet y los medios de transporte, esto ha facilitado la introducción de especies
exóticas y la dispersión de enfermedades que afectan a las poblaciones nativas, tal es el caso del
hongo Batrachochytrium dendrobatidis considerado como una enfermedad emergente y la
responsable del declive de poblaciones de anfibios a nivel mundial.
Es importante considerar además, el riesgo a la salud pública, ya que hay una gran variedad de
enfermedades zoonóticas de origen parasitario, micótico, bacteriano o viral, que pueden ser
transmitidas de los animales silvestres al hombre y viceversa. Como el caso de la salmonelosis
asociada a la tenencia de reptiles como mascota. (Leguizamon, 2004)
Dado el panorama anterior es necesario el establecimiento de centros de rescate que puedan recibir
ejemplares decomisados y entregados voluntariamente para su rehabilitación y reintroducción a la
vida silvestre, acompañado de campañas de educación ambiental diseñadas estratégicamente para
evitar el comercio ilegal de vida silvestre, y así contribuir a la preservación de las especies a largo
plazo.