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Sobre las consecuencias del cambio climático los medios de comunicación
nos han mostrado insistentemente: deshielo en y cerca de
los polos, ascenso del nivel de los mares, aumento de la intensidad
de las precipitaciones, inundaciones, disminución de las lluvias en
ciertas épocas y lugares, sequías, plagas en cultivos derivadas de las
variaciones del régimen pluvial y de la temperatura y disminución o
frustración de cosechas -aunque también se nos ha informado de la
paradójica mejoría de otras cosechas en ciertas áreas. Todo esto y
más lo hemos sabido mientras nuestros cuerpos perciben leves aumentos
en la temperatura ambiental que también los experimentan
los organismos vivos silvestres. De algunos de éstos, y con base en
observaciones científicas en otras latitudes, se nos ha dicho que
tienden a migrar principalmente a regiones más altas procurando
encontrar las condiciones naturales de su hábitat, modificado ahora
por el cambio climático. Pero los medios no se han detenido en la
exposición de cómo la flora y la fauna costarricenses están reaccionando
a ese cambio. Y esto porque la investigación científica en esta
materia en nuestro país es sumamente incipiente, lo que no es motivo
de extrañeza dado que el conocimiento del cambio climático en
el mundo y de su carácter antropogénico es de hace apenas un par
de décadas.
En el despegue y desarrollo de la investigación acerca de los efectos
del cambio climático en la naturaleza costarricense está centralmente
implicada la Organización para Estudios Tropicales (OET),
con quien hemos coordinado esta edición en que se presentan avances
de estudios -realizados en estaciones biológicas de esa entidadsobre
diversos aspectos del impacto del cambio climático en anfibios,
en reptiles y en la vegetación del bosque nacional. Ese impacto,
detectado en algunas especies y algunos lugares en los que se han
focalizado las investigaciones, es ominoso: a partir de lo documentado
se puede prever crecientes y ruinosos desequilibrios en todos
nuestros ecosistemas silvestres -entrelazados por innúmeros vínculos
cruciales- y en toda la biosfera. Se está documentando científicamente,
pues, las manifestaciones de un proceso reciente y en marcha
contra el que si no se actúa con presteza no va a dejar títere con
cabeza. Pero ante tal funesta perspectiva, en esta misma edición se
da cuenta de otro estudio en Costa Rica, de la misma OET, que
indaga la capacidad de fijación de carbono de diversas especies
arbóreas abundantes en nuestro territorio –esto, precisamente, con
vistas a la mitigación del cambio climático a través de la captura de
aquel elemento. (Agradecemos a la Fundación Crusa el aporte dado
a OET para la traducción al español y la edición de varios de los
artículos contenidos en esta edición.) |
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